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La miró como si fuera basura al lado del camino.
No, incluso peor que basura.
Por un momento, Viviana sintió su intensa intención asesina.
Pero, ¿por qué?
¿No debería estar agradecido con ella, sentir cariño por ella?
Viviana no entendía.
Sus manos y pies estaban fríos, y no podía emitir sonido alguno. Elrian pasó junto a ella, pisando el suelo, buscó en el armario una camisa delgada y desgastada, se la puso a regañadientes, y luego se preparó para irse.
Viviana apretó los dientes y lo persiguió, agarrando el borde de la ropa de Elrian. Al mismo tiempo, él la agarró por la garganta, levantándola completamente del suelo.
—No me provoques, Señorita.
Elrian habló con los labios rojos curvados, sus ojos llenos de disgusto.
—Matar trae problemas, ¿puedes dejar de molestarme? Por cierto, un recordatorio, olvida mi apariencia anterior para siempre, nunca la recuerdes.
La soltó, se fue sin rastro de vacilación, y empujó la puerta para abrirla.