Grace: Come

Hay comida amontonada en el plato frente a mí, convirtiéndose en una pequeña montaña de desayuno. Estaba muerta de hambre, pero ahora la escandalosa pila de comida—suficiente para alimentar a tres personas—me deja nauseabunda.

—No tengo hambre —miento, aunque me arrepentiré más tarde.

—Come —dice el monarca autoritario, su voz tan fría que juro que hay una brisa helada en mi oído.

Pero ¿quién puede comer cuando hay un hombre extraño de pie sobre ellos, con los brazos cruzados, observando con una mirada asesina? No. Imposible. Mi estómago se revuelve y se rebela, aunque me estaba suplicando comida hace un rato.

Debo no moverme lo suficientemente rápido para su gusto, porque toma de vuelta el tenedor que me había dado y pincha un gran bocado de huevo, empujándolo hacia mi cara como si fuera una niña. —No has comido. Necesitas hacerlo.