Grace: ¿Lo ofendí?

Mi estómago se está devorando a sí mismo hasta la muerte.

Presiono una mano contra él, rogándole que se calme mientras reanudo mi paseo por el perímetro de mi habitación. Siete pasos a lo largo de la pared. Giro. Cinco pasos a través. Giro. Siete pasos de regreso. Giro. Cinco pasos hasta la puerta.

La abro ligeramente por quinta vez en veinte minutos.

El cambiaformas de Montaña Azul permanece en posición de firmes, con la espalda rígida como una tabla. Ni siquiera se inmuta cuando me asomo por el borde de la puerta. Sus ojos permanecen fijos hacia adelante, como si yo no fuera más que una brisa pasando por el pasillo.

Cierro la puerta con un suspiro y apoyo mi frente contra la fría madera. Mi estómago se contrae dolorosamente. La montaña de desayuno de antes figura entre mis arrepentimientos; debería haberme llenado la boca cuando tuve la oportunidad. O al menos haber llevado algo conmigo.

Otro calambre retuerce mis entrañas. Decisión tomada.