Caine: Los Niños

CAINE

Algo sobre estos niños pone mis sentidos en alerta.

Observo atentamente al chico mientras habla sobre las pequeñas formas dormidas en el nicho. Su lenguaje corporal cambia constantemente—defensivo, protector, cauteloso. Pero no son sus movimientos los que captan mi atención. Es su olor.

Un extraño matiz se aferra a él. Dulce. Afrutado. Similar a fresas demasiado maduras, pero no exactamente igual. Es sutil bajo su normal olor adolescente—sudor, hormonas y un toque de almizcle animal.

A primera olfateada, huele como un lobo.

Respiro más profundamente, dejando que mis sentidos se expandan por la cueva. La pequeña, Bun—huele a presa en su esencia. Conejo.

Pero diferentes como son, todos comparten la misma firma de olor. Extrañamente, casi sintéticamente afrutado.

Owen no lo lleva en absoluto; huele a verano y viento y algo más limpio. No humano, sin embargo. Hay algo más allí, pero no es como el de ellos.