Debido al torbellino de emociones contradictorias en su corazón, Addison ni siquiera notó cuando finalmente el sueño la reclamó. Mientras se quedaba dormida, Zion permaneció sentado en silencio a su lado, observándola con ojos indescifrables ocultos en las sombras de la noche.
Al poco tiempo, la atrajo suavemente hacia sus brazos, acunándola cerca. Enterró su rostro en su cabello, inhalando su reconfortante aroma —un aroma que lo envolvía como una canción de cuna.
Por primera vez desde sus días en el frente de batalla, Zion se sintió verdaderamente en paz. Esa calidez, esa serenidad... lo llevó al sueño más profundo que había tenido en años.
Cuando ambos finalmente despertaron, el sol ya estaba alto en el cielo. Zion saltó inmediatamente de la cama y comenzó a vestirse, mientras el peso de la responsabilidad volvía a asentarse sobre sus hombros.