Zion se recordaba a sí mismo que debía mantener la paciencia. Con un brazo sosteniendo a la princesa y el otro libre, al menos podía abrir puertas o defenderse contra cualquier ataque repentino. Pero el tiempo se agotaba—la magia de la capa comenzaba a desvanecerse, y no tenía otra opción que retirarse por ahora. Sosteniéndola firmemente, volvió sobre sus pasos, moviéndose rápida y silenciosamente a través del castillo.
¿Cómo sabía que ella era realmente la princesa?
Se remontaba a años atrás, cuando él era solo un niño. Su padre lo había llevado al palacio, y fue entonces cuando la vio por primera vez—la niña pequeña que había cautivado la atención de todos. Tenía el cabello largo, ondulado y dorado, y cuando la luz del sol lo tocaba, brillaba como hebras de oro fundido. Parecía casi angelical. Ese fue el momento en que Zion aprendió lo que significaba tener un flechazo.