La curandera apretó los puños. Como mujer, como alguien que había presenciado toda la terrible experiencia, podía sentir la falta de sinceridad. Su corazón sufría por el cachorro muerto que nunca había tenido una oportunidad. Quería hablar—defender al niño, hacer que Claire asumiera su responsabilidad, decir algo que pudiera hacerla reflexionar. Pero antes de que pudiera, el doctor de la manada suavemente la apartó, negando silenciosamente con la cabeza.
Justo entonces, un fuerte alboroto estalló fuera de la habitación.
Momentos después, el Alfa Zion entró por la puerta.
...
Ahora que habían regresado a la pequeña clínica, un pesado silencio flotaba en el aire. Ninguno de ellos sabía exactamente cómo sentirse mientras la curandera ordenaba silenciosamente las hierbas que usaría para bañar al cachorro muerto—una tradición sagrada destinada a proteger el cuerpo de los carroñeros antes del entierro. El ritual era solemne, pero sus mentes estaban en otra parte.