Ya se había puesto en contacto con Zion dos veces, insinuando sutilmente que la situación se estaba escapando de su control. Pero Zion no permitiría ninguna mención de fracaso.
—Por favor, doctor... salve a mi cachorro... mi cachorro... —gimoteó Claire, su voz apenas audible mientras entraba y salía de la consciencia. La sangre seguía goteando por sus piernas debido a la caída, y aunque su lobo debería haber comenzado a curarla, el daño era demasiado profundo. Su tormento emocional solo empeoraba la inestabilidad del cachorro, y el doctor temía que si esto continuaba, los perdería a ambos.
—No se preocupe, Señorita Claire. Haré todo lo posible para salvarla tanto a usted como al niño —dijo el doctor con calma, aunque la tensión pesaba sobre sus hombros mientras se ponía a trabajar con su asistente.