Los pensamientos profundos de Addison fueron interrumpidos repentinamente por una voz alegre.
—¡Tío! ¡Addison! ¡Ambos han regresado!
Mila salió deslizándose desde dentro de la habitación, su gracia y elegancia siempre presentes, pero su admiración y alegría brillaban intensamente en sus ojos. En el momento en que posó su mirada en el Alpha King y Addison, una radiante sonrisa floreció en su rostro mientras se apresuraba a saludarlos.
Tras Mila venían Aiden y Kyle, correteando con la energía sin límites que solo los cachorros podían tener. Detrás de ellos, su abuela los seguía a un ritmo suave, observando a los niños jugar con su tía, una risa impotente escapando de sus labios.
La pesada nube en el corazón de Addison se disipó ante la vista. Toda la amargura que la agobiaba pareció derretirse. Se inclinó y recogió a sus hijos en sus brazos —uno a cada lado— y los abrazó. Sus risas resonaron en el corredor como la luz del sol atravesando la penumbra.