En un mundo desbordado de tecnología, donde compartir cualquier cosa era solo cuestión de un toque, mantener secretos se había vuelto casi imposible.
Los videos, sí, múltiples, capturando el ahora infame incidente del aula circulaban como fuego. Grabados desde diferentes ángulos, algunos con comentarios, otros con silencio atónito, pasaban de teléfono a teléfono, de pantalla a pantalla.
Al final del día, no había un solo estudiante en toda la escuela que no supiera lo que había ocurrido. Ya sea que lo hubieran visto de primera mano o a través de grabaciones temblorosas y jadeos en los pasillos, todos lo habían visto. El evento también había ganado rápidamente su nombre: El Incidente del Loco Max.