El Día en que Max Murió

No le tomó mucho tiempo a Aron notar a Max mientras se acercaba, y no solo notarlo, sino notar los moretones que se hinchaban en la cara de Max.

Parte de su mejilla estaba muy hinchada por la cantidad de golpes que había recibido, e incluso ahora, Max no caminaba correctamente, cojeando ligeramente por los golpes en la parte posterior de su pierna y otros lugares.

—¡¿Joven Maestro, está bien?! —gritó Aron, corriendo hacia él.

Max mantuvo la cabeza baja, su cuerpo balanceándose ligeramente donde estaba parado.

—¿Siempre haces preguntas tan obvias? —respondió Max, con voz seca y plana—. Puedes ver en qué estado estoy.

Afortunadamente, se había cambiado la camisa en la pequeña clínica, de lo contrario, Aron podría haberse descontrolado completamente al ver toda la sangre.