Por fin había llegado el fin de semana.
Era sábado, el día que Max había fijado para sí mismo. No podía retrasarlo más. Las cosas se habían vuelto demasiado peligrosas.
Con la vida como era ahora, no podía vivirla como quería. No como necesitaba hacerlo.
Su cuerpo se había recuperado en su mayoría de lo que pasó en la escuela. El dolor había desaparecido, pero todavía podía sentir el lugar donde lo habían apuñalado. Su hombro no estaba al cien por ciento, pero era lo suficientemente bueno para lo que debía hacerse hoy.
Se puso ropa holgada y se colocó una pequeña chaqueta deportiva negra. Estaba cansado del blanco, el color le recordaba demasiado a su pasado.
«No quiero usar rojo tampoco... definitivamente no es mi color de la suerte. Y tampoco puedo salir exactamente con un uniforme escolar».
El problema era... que casi toda la ropa de Max eran camisas escolares blancas. Así que, al final, tuvo que usar una debajo de la chaqueta negra de todos modos.