Un Poco Demasiado Amable

El sonido del motor retumbó por las calles, atrayendo instantáneamente la atención. Las cabezas se giraron, las conversaciones se detuvieron, y todas las miradas siguieron al elegante coche rojo mientras pasaba a toda velocidad. Hubo reacciones mixtas, algunos señalaban el vehículo con asombro, otros ponían los ojos en blanco o se burlaban. Ya fuera positiva o negativa, una cosa era cierta, era imposible ignorarlo.

—¿Viste eso ahora mismo? —preguntó Joe, parado justo fuera del gimnasio, esperando a que Steven levantara la reja.

—Sí. Maldita gente rica —gruñó Steven—. Siempre queriendo presumir. ¿Realmente hay necesidad de conducir algo tan llamativo y restregárselo en la cara a todos?

—No te equivocas —respondió Joe—. Pero aún así deseo ser uno de ellos algún día. Mejor que terminar arruinado como tú.

—Prefiero estar arruinado que ser un abusón —murmuró Steven mientras entraba al gimnasio.