Acabando de enterarse de que Dipter estaba en el reformatorio juvenil, Chad entró en modo de pánico total. El sudor ya le goteaba por el costado de la cara, y su piel se sentía húmeda como si estuviera ardiendo desde dentro hacia fuera.
—¡Dustin! ¡Tenemos que movernos ahora! ¡Tenemos que encontrar a Max Stern! Yo... necesito encontrar alguna manera de, alguna manera de...
Ni siquiera pudo terminar la frase. Las palabras se le atascaron en la garganta como estática. Pero incluso sin decirlas, Chad ya se estaba moviendo, dirigiéndose furiosamente hacia la puerta.
Su jefe de seguridad, Dustin, no dudó en seguirlo. Los dos bajaron corriendo las escaleras, con pasos fuertes y rápidos.
—A esta hora del día, Max debería estar todavía cerca de la escuela —dijo Dustin—. Pero no podremos entrar ciegamente en las instalaciones sin una razón sólida. Podría intentar convencer al director para que nos deje entrar.