Max miró a Dipter a través del cristal.
Su cara, sus nudillos y sus brazos estaban marcados con arañazos y moretones, algunos viejos, otros recientes. Era obvio que había estado peleando.
Tenía sentido. Juvie no estaba lleno de niños asustados. Estaba lleno de gente como Dipter, territorial, violenta, ansiosa por demostrar algo. Las peleas eran inevitables.
Max conocía ese mundo. Él mismo había estado allí una vez. Pero alguien lo sacó.
Ahora, estaba sentado al otro lado del cristal, cara a cara con un fantasma de ese mundo.
Y las primeras palabras que salieron de la boca de Dipter confirmaron lo que Max había llegado a sospechar.
Dipter no solo lo conocía como Max Smith.
Lo conocía como Max Stern.
—Vi la expresión en tu cara —dijo Max, tranquilo pero directo—. Lo descubriste. Y ahora sé que tenía razón.
Sus ojos se estrecharon.
—Lo sabías desde el principio. Sabías que yo era miembro de la familia Stern. Igual que el cliente para el que trabajabas.