¿Qué acabas de sugerir?

Max terminó la llamada y se reclinó, satisfecho. Había conseguido exactamente lo que quería, la ayuda de Lobo. No el resto del Foso, no su equipo, solo Lobo como acto individual.

Honestamente, tenía sentido. Lobo parecía lo suficientemente joven como para mezclarse como un estudiante de secundaria, especialmente si usaba uniforme. Nadie sospecharía nada. Era astuto en una pelea, no tenía vínculos complicados con algún legado familiar de multimillonarios y, lo más importante, no hacía preguntas. Si había dinero involucrado, estaba dentro.

Y Lobo tampoco había exigido detalles. Todo lo que dijo fue:

—Cien mil al día. Esa es mi tarifa.

Sí. Cien mil. Por día.

Max había dudado por un segundo, era un precio ridículo, pero en el fondo, pensó que esa era la manera de Lobo de decir que realmente no quería el trabajo. Pero en cuanto Max aceptó, Lobo dejó la actuación de tipo duro y simplemente dijo:

—Genial. Avísame cuando me necesites.