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Justo a tiempo, alguien llamó a la puerta.
Ni un segundo antes. Ni un minuto después. Como siempre.
Ese era Aron.
Max lo estaba esperando, pero de alguna manera el golpe en la puerta aún le puso los nervios de punta. Echó un último vistazo a sí mismo en el espejo, solo ropa casual por ahora. Nada que pudiera revelar el verdadero plan que se ocultaba debajo. Planeaba cambiarse más tarde, después de que Aron se fuera.
Tenía que jugar bien sus cartas.
Al abrir la puerta, Max forzó una sonrisa.
—Es bueno verte sin heridas por una vez —dijo Aron inmediatamente. Colocó una mano sobre su pecho y dejó escapar un suspiro dramático—. Cada vez que llamo, me preparo para lo peor. Pensé que te encontraría golpeado hasta dejarte morado otra vez. Honestamente, esto es un alivio.
Max dejó escapar una suave risa.
—Gracias por la confianza.
Una vez dentro, Aron se acomodó como siempre lo hacía, dejándose caer en la cama de Max y recostándose como si le perteneciera.