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La risa de Seraphina todavía resonaba en mis oídos mientras Ethan me guiaba hacia su coche —ahora nuestro coche familiar, supuse. La recepción de la boda finalmente había llegado a su fin, con mi madre y Alistair dirigiéndose a su suite nupcial en una lluvia de pétalos de rosa y buenos deseos.
—¿Lista para ver tu nuevo hogar? —preguntó Ethan, abriéndome la puerta del pasajero.
Me deslicé en el asiento, con cuidado con mi vestido.
—¿Es raro que esté nerviosa? He vivido en el mismo pequeño apartamento desde que llegamos a Luna de Plata.
—Nah, es normal —Ethan encendió el motor—. Pero confía en mí, te va a encantar. Papá diseñó tu habitación especialmente para ti.
Mi corazón se enterneció con eso. Alistair había sido muy amable desde que él y mi madre comenzaron a salir. Aun así, era extraño pensar que viviría en la Residencia del Gamma —un lugar que solo había vislumbrado desde lejos, un símbolo de la jerarquía de la manada que siempre me había parecido inalcanzable.