—¿Cómo te atreves a acercarte a ella? —gruñó Rhys, empujando al chico contra la pared de ladrillos con tanta fuerza que escuché el repugnante golpe de su cabeza contra la superficie.
Los ojos del chico se abrieron de terror mientras la sangre comenzaba a gotear por un lado de su cara.
—¿Está contigo? ¡No sabía que era tuya, Alfa Caballero, lo juro!
Me quedé paralizada, observando la escena desarrollarse ante mí. Mi camisa mojada se pegaba incómodamente a mi piel, pero esa incomodidad no era nada comparada con la conmoción de ver la violencia de Rhys. Siempre había sido intimidante, pero esto era otro nivel completamente. Sus ojos brillaban carmesí con furia apenas contenida, sus músculos tensos como un depredador listo para matar.
—Rhys, detente —susurré—. Está sangrando.
La cabeza de Rhys giró hacia mí, su mirada bajando inmediatamente a la mancha oscura en mi blusa blanca. Sus ojos se estrecharon peligrosamente.