La Declaración de un Alfa y la Derrota de una Rival

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El alivio me invadió mientras me alejaba de las canchas de baloncesto. Mi conversación con Liam había ido mejor de lo que esperaba. El peso de fingir se levantó de mis hombros y, por una vez, el camino por delante parecía más claro.

Vi a Seraphina y Debra saludándome con la mano desde nuestro banco habitual cerca del edificio de ciencias. Sus expresiones curiosas me decían que se morían por saber los detalles.

—¿Y bien? —preguntó Seraphina en cuanto estuve al alcance de su voz—. ¿Cómo te fue con Liam? ¿Necesitamos helado y películas tristes, o lograste dejarlo con suavidad?

Me desplomé en el banco entre ellas.

—Sorprendentemente bien, en realidad. Hablamos. Él entendió.

Las cejas de Debra se dispararon hacia arriba.

—¿Sin drama? ¿Sin lágrimas? ¿Sin discurso de "nunca volveré a amar"?

—Nada de eso —confirmé—. Resulta que él sabía dónde estaba realmente mi corazón desde el principio. —Dudé antes de añadir: