Miré fijamente a Rhys, mi mente luchando por procesar lo que estaba viendo—las profundas cicatrices grabadas en su espalda, la evidencia de un dolor que nunca supe que llevaba. La visión me dejó sin palabras. Todo este tiempo, mientras yo me reconstruía de las cenizas que él había creado, él también había estado sufriendo.
—No se suponía que fuera así —finalmente susurré, mi voz apenas audible en la habitación silenciosa—. Tú fuiste quien me rechazó. No deberías tener cicatrices.
Rhys se giró para enfrentarme completamente, sus ojos llenos de una vulnerabilidad que nunca antes había visto en él.
—Lo sé. Los sanadores tampoco pudieron explicarlo. Mi padre trajo especialistas de tres manadas diferentes, pero nadie había visto jamás a un Alfa con cicatrices por rechazar a su compañera.
—¿Por qué me estás diciendo esto ahora? —pregunté, envolviéndome protectoramente con mis brazos.