Desde la sección VIP del club, la observaba. Elara Vance —la que una vez había sido mi todo, ahora moviendo sus caderas seductoramente para otro hombre. El bajo retumbaba en mi pecho, coincidiendo con el ritmo furioso de mi corazón.
—Estás mirando otra vez —comentó Julian, bebiendo su whisky con una calma irritante.
Aparté la mirada. —No estoy mirando.
—Claro —Julian se rio—. Y yo no soy tu Beta. En serio, Rhys, ¿qué te pasa? Un minuto dices que la odias con toda tu alma, y al siguiente estás listo para destrozar a cualquier hombre que la toque.
Hice girar el líquido ámbar en mi vaso, viendo cómo la luz lo atravesaba. —Ella me dejó morir, Julian. Me traicionó. Tengo derecho a un poco de amargura.
—¿Un poco? —Julian levantó una ceja, desviando su mirada hacia la pista de baile donde Elara ahora reía con sus amigas—. Han pasado cuatro años, y sigues obsesionado con tu pequeña culpable.
—No la llames así —espeté, arrepintiéndome inmediatamente del tono defensivo en mi voz.