El silencio en la sala de conferencias era ensordecedor. Podía sentir los ojos de todos alternando entre Rhys y yo, la tensión tan espesa que casi asfixiaba. Cuatro años de muros cuidadosamente construidos y acababa de volver voluntariamente a su órbita. La expresión de absoluta conmoción en su rostro casi valía la pena.
Casi.
—Señorita Florence —dijo Orion rompiendo el silencio, su voz profunda, firme y tranquilizadora. Se movió a mi lado, su presencia un escudo reconfortante contra la mirada penetrante de Rhys—. Justo a tiempo. Estábamos a punto de discutir su contribución a la propuesta.
Respiré hondo y entré completamente en la habitación.
—Gracias, Alfa Valerius —mi voz salió más fuerte de lo que esperaba, considerando el huracán de emociones que giraba dentro de mí.