A través de un cristal, oscuramente

El aroma me golpeó primero—un toque de lavanda y algo parecido a la lluvia primaveral, únicamente suyo pero alterado ahora. Diferente. Cambiado. Mi lobo surgió con fuerza, arañando mi consciencia con tal ferocidad que necesité cada onza de control para no dejar que mis ojos cambiaran.

—Te hice una pregunta, Alfa Caballero —repitió Blaise, con voz cargada de sospecha—. ¿Hay algún problema?

Me obligué a apartar la mirada de ella—de Elara, mi compañera—y fijé en Blaise una mirada neutral.

—Ningún problema. Solo creí reconocer a alguien.

Julian se movió incómodamente a mi lado, una advertencia silenciosa que ignoré. Me volví, pero ella había desaparecido, esfumándose por una esquina como un fantasma. El dolor fantasma en mi pecho—ese que nunca desaparecía del todo—palpitaba con renovada intensidad.

—¿Florence, quieres decir? —dijo Blaise, observándome cuidadosamente.

Florence. Un nombre falso para una mujer que una vez conocí mejor que a mí mismo.