El líquido ámbar quemó mi garganta mientras me servía otro vaso, dando la bienvenida al familiar ardor. Mi espacioso dormitorio se había convertido en mi prisión esta noche, la oscuridad una compañía adecuada para mis pensamientos.
—Muéstramelo otra vez —ordené, mi voz ronca después de horas bebiendo solo.
El proyector holográfico parpadeó, proyectando una luz azul fantasmal sobre mi rostro mientras mostraba foto tras foto de Elara y yo. Recuerdos que no podía obligarme a eliminar, a pesar de todo. Ahí estaba ella, sentada nerviosamente junto a mí durante el almuerzo. Otra mostraba su cara sorprendida cuando le había dado un aventón a casa aquel día lluvioso. Las imágenes me atormentaban, cada una un recordatorio de lo que había perdido.
Lancé mi vaso contra la pared, viéndolo hacerse añicos en mil pedazos, muy parecido a mi control.
—Computadora, muestra los archivos de Storm Crest.