La pregunta de Orion quedó suspendida en el aire entre nosotros, sus ojos plateados buscando en los míos una respuesta. El calor de su aliento contra mis labios hizo que mi corazón se acelerara.
—Yo... —dudé, mi cuerpo atrapado entre el deseo y la duda.
Su mano acunó mi rostro suavemente, su pulgar trazando mi labio inferior. —No tenemos que hacer nada para lo que no estés lista, Elara. Solo quiero tenerte cerca esta noche.
Algo en la ternura de su tacto rompió mi vacilación. Asentí lentamente, y sus labios se encontraron con los míos nuevamente, esta vez con más determinación. El beso se profundizó, y sentí que me derretía en él, mis manos encontrando su camino hacia sus anchos hombros.
Orion me levantó sin esfuerzo, llevándome hacia su dormitorio. Mi corazón martilleaba contra mis costillas mientras me depositaba suavemente en su cama king-size. Las sábanas estaban frescas contra mi espalda mientras él se cernía sobre mí, sus ojos oscureciéndose con deseo.