Cada recuerdo me golpeó como un impacto físico. El disgusto en el rostro de Elara. La conmoción en sus ojos cuando la acusé. La debilidad en su voz mientras intentaba explicar. Todas las señales que había ignorado deliberadamente.
—¿Qué he hecho? —susurré de nuevo, mis nudillos ensangrentados palpitando con cada latido del corazón.
El recuerdo de aquella noche ardía en mi mente con una claridad insoportable. Había seguido el aroma de Elara hasta el dormitorio de Rowan, convencido de que estaba estudiando hasta tarde. Cuando abrí esa puerta y la vi en su cama, con la camisa parcialmente desabotonada, mi mundo implosionó.
Pero ahora, reviviendo la escena con nuevos ojos, vi todo lo que había pasado por alto. Su mirada vidriosa. La flacidez antinatural de sus extremidades. La forma arrastrada en que había dicho mi nombre.
—Rhys... ayuda... algo está mal...
Palabras que había descartado como mentiras. Como actuación.