Epílogo

Lunes 9 de febrero de 2014. Ciudad Granizo, Distrito Glaciar. Colonia Tulipanes. Calle Clorofila. 2:00 a.m.

La escena que todos recordarán fue esta:

Ice, inconsciente, tendido entre los restos humeantes del Titán de Bronce.

Un niño de apenas ocho años…

Cubierto de heridas, sangre seca y hollín.

Rodeado por el acero fundido de un gigante derrotado.

El héroe caído.

Y aun así, la multitud lo alzó en brazos como si hubiese salvado el mundo.

Como si hubiese devuelto la esperanza a una ciudad acostumbrada a perderla.

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En otra esquina del caos, Emiliano enfrentaba las consecuencias.

El regaño por parte de Damage Control fue monumental.

Pero Thunder Legs apeló por él.

Alegó coacción, presiones indebidas, y una situación que escapaba de cualquier protocolo.

Gracias a su intervención —y al contexto extraordinario del ataque— Emiliano no solo evitó la cárcel…

Sino que incluso recibió la mitad de la recompensa por la eliminación de la Bronze Gang.

Veinte mil pesos.

Sí. Aquellos pandilleros ruidosos, caóticos y aparentemente inútiles…

Tenían un valor real.

Cuarenta mil pesos en total.

La policía los había estado investigando por vínculos con una organización aún más peligrosa.

Nadie lo esperaba. Nadie los había tomado en serio.

Pero alguien sí lo hizo: Ice.

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Después de casi dos horas de trabajo, con la ayuda del joven héroe —que apagó los últimos focos de incendio—, el Desfile de la Flor Helada se llevó a cabo.

Como si la tragedia nunca hubiera pasado.

Las bandas desfilaron bajo la luz tenue del amanecer.

Niños coreaban, músicos tocaban, y los copos artificiales de nieve comenzaron a caer otra vez.

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En medio de esa calma, Kiparé sostenía la mano de su padre,

mientras Aurora dormía sobre sus hombros.

—Hijos… ha llegado el momento de que lo diga —susurró Emiliano, respirando hondo.

Se detuvo, y con una voz temblorosa por la emoción, les dijo:

—Algún día serán los salvadores de los rotos y los derrotados…

Y yo seré un fantasma guiándolos en el verano,

esperándolos en el desfile.

Ambos niños se detuvieron.

Lo miraron.

Y sin poder contener las lágrimas, lo abrazaron con fuerza.

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Desde una cornisa alta, Thunder Legs observaba la escena.

Sonrió.

—Te lo has ganado, somebody…

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Parte 2: Monólogo de Bronce

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First to first at Bronze as Bronze.

Vivieron duros como el metal.

Rápidos como cohetes.

Y tontos… como ellos mismos.

Y aun así…

Su eco resuena en mí.

¿Qué me importa su muerte?

Eran pandilleros. Solo eso.

Pero también… fueron amigos.

Fueron familia.

Fueron una pandilla.

Big Bronze, junto a cuatro tipos igual de rotos y extraños que él,

los transformó en algo útil.

Les dio un propósito.

Los protegió.

Y entre ellos… estaba mi padre.

Nunca olvidaré la mirada de Big Bronze antes del final:

Sus ojos llenos de lágrimas.

Como si una decisión fatal lo hubiera roto por dentro.

¿Qué pudo ser tan terrible como para hacerlo romper su regla más sagrada?

No puedo imaginarlo.

Pero como último acto de respeto, fui al hogar de los padres de Bronze…

Y les entregué un fragmento de su cuerpo.

Un trozo del bronce que alguna vez fue él.

Para que, de algún modo, lo tuvieran cerca una vez más.

First to first.

The Family.

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Parte 3: vida de bronce.

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First to first. As Bronze, at Bronze.

Vivimos rápido, y nos fuimos igual.

Como cohetes sin dirección,

como balas sin redención.

Atrapados en calles que no perdonan,

donde los errores se escriben en sangre

y el destino… en placas de metal oxidado.

"Matones de cuarta", así nos llamaron.

¿Pero quién nos conoció?

¿Quién supo de las risas entre ruinas,

de las promesas hechas en humo,

de la hermandad forjada bajo faroles rotos?

No fuimos santos,

pero fuimos reales.

No hubo oro, ni gloria,

solo bronce,

y en ese bronce…

un lazo imposible de romper.

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First to first:

El dinero, la pandilla, la familia.

Bronze as bronze:

Los amigos, la misión, la vida.

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Fuimos tatuajes en la historia de esta ciudad,

píxeles parpadeando en una pantalla rota.

Y aunque la ley nos llamó enemigos,

nosotros nos llamamos hermanos.

Bendecidos fuimos,

no con virtud, sino con vínculo.

No con fortuna, sino con fuego compartido.

Bañados en bronce, pero jamás separados.

Porque el mundo no entiende.

No ve el peso de un apretón de puños,

la promesa silenciosa en una mirada endurecida,

el código no escrito de una pandilla con alma.

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Quizás nos perdimos.

Quizás no fuimos buenos.

Pero jamás fuimos cobardes.

Nos enfrentamos al mundo sin máscaras,

con nuestras fallas a la vista.

Con el alma desgastada y la frente en alto.

We carry on...

por la pandilla.

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Nos fuimos…

pero lo hicimos juntos.

Como se van los fuegos artificiales:

breves, ruidosos,

y malditamente inolvidables.

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¡Bronze!

Pero no fue la bronze gang quien recita este poema sino ice, quién finalmente entendió a sus enemigos.