Una Confesión Inesperada y la Víspera de la Revelación

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Los ejercicios de respiración con la Profesora Astrid me habían dejado más tranquila de lo que me había sentido en días, pero esa tranquilidad comenzó a desvanecerse mientras Rhys, Silas y yo nos dirigíamos a encontrarnos con Lyra. La nota que me había deslizado durante la cena ardía en mi bolsillo. ¿Qué era tan importante que no podía decirlo en voz alta?

—¿Estás bien? —preguntó Rhys, sus dedos rozando los míos mientras caminábamos—. Te has quedado callada.

—Solo estoy procesando —respondí, ofreciéndole una pequeña sonrisa—. La Profesora Astrid me dio mucho en qué pensar.

Silas asintió.

—Ella es diferente a los demás. Realmente parece querer ayudar en lugar de contener.

—Por una vez —murmuré.

Llegamos al edificio común donde Lyra estaba esperando. Ella rebotaba sobre sus pies cuando nos vio, con su habitual energía, pero noté la tensión alrededor de sus ojos.

—¡Ahí están! —llamó, saludando frenéticamente—. ¿Cómo fue la sesión?