La ira de Vance y la verdad naciente

El camino a la oficina del Sr. Vance parecía eterno. Con cada paso resonante por el pasillo, mi estómago se retorcía más. Rhys caminaba a mi lado, prácticamente rebotando de energía nerviosa, mientras el Sr. Vance avanzaba delante de nosotros como una nube de tormenta a punto de estallar.

Cuando finalmente llegamos a su oficina, el Sr. Vance mantuvo la puerta abierta.

—Adentro —ordenó, con una voz que no dejaba lugar a dudas.

Entré en la elegante oficina, notando inmediatamente cómo la luz del sol de la tarde tardía se filtraba por las altas ventanas, proyectando largas sombras sobre el suelo de madera pulida. El Sr. Vance se movió para colocarse detrás de su enorme escritorio mientras Rhys y yo permanecíamos torpemente en el centro de la habitación.

—Siéntense —ordenó el Sr. Vance.

Ambos nos dejamos caer en los sillones de cuero frente a su escritorio. Me senté en el borde del mío, demasiado tensa para reclinarme.