Las Selecciones de la Vidente y un Juramento Vicioso

Mi corazón retumbaba en mi pecho mientras una fila de hombres sin vínculo se formaba ante mí, sus rostros una mezcla de curiosidad, esperanza y temor. Reconocí a varios de mi breve tiempo en la academia, pero mi atención seguía desviándose hacia Ronan, cuyo cabello cobrizo brillaba bajo el sol de la mañana. Estaba de pie con los hombros ligeramente encorvados, como si intentara hacerse más pequeño a pesar de su complexión musculosa.

—Silencio —ordenó Sage, su voz resonando por todo el campo.

Los estudiantes reunidos quedaron completamente inmóviles. Incluso su respiración parecía haberse silenciado. Sage cerró los ojos, sus pestañas translúcidas revoloteando contra sus pálidas mejillas. Cuando los abrió de nuevo, brillaban con esa inquietante luz blanca que me hacía estremecer.

—Sigo los hilos —entonó—. Los hilos nunca mienten.