—¡Dios mío, no usamos nada! —La realización me golpeó como un balde de agua helada mientras estaba sentada en la habitación de Silas, mi mente reproduciendo nuestro encuentro íntimo.
Silas levantó la mirada desde donde estaba abotonándose la camisa, con confusión escrita en su rostro. —¿Usar qué?
—¡Protección, Silas! ¡Condones! —Mi voz se elevó con pánico mientras me ponía frenéticamente mi ropa—. ¡No usamos ningún anticonceptivo!
Me miró parpadeando, con el ceño fruncido. —No entiendo de qué te preocupas.
—¡Embarazo! ¡Podría quedar embarazada! —Ahora estaba prácticamente hiperventilando, caminando de un lado a otro en el pequeño espacio de su habitación—. No estoy lista para un bebé. ¡Ni siquiera puedo manejar ser una Gris!
Silas se me acercó con cautela, como si fuera un animal asustado. —Hazel, cálmate. Es muy poco probable...