Crueles Puñaladas y un Lobo que se Alza

El rostro de Rhys se contorsionó de furia, su calidez habitual evaporándose mientras procesaba lo que acababa de contarle sobre Jaxon. Sus manos se cerraron en puños apretados, con los nudillos tornándose blancos.

—Lo mataré —gruñó, paseando por el pequeño baño como un animal enjaulado—. Juro por dios que si alguna vez pongo mis manos sobre Victor...

—¡Shh! —presioné mi dedo contra mis labios, con mi propio corazón martilleando—. Rhys, por favor. Si Jaxon te escucha...

—¡Que me escuche! —la voz de Rhys se elevó a pesar de mi advertencia—. Alguien debería haberlo protegido. ¿Dónde diablos estaba la Academia cuando él estaba siendo...? —Ni siquiera pudo terminar la frase.

Mi pulso se aceleró con ansiedad. Si Jaxon o Ronan regresaban y escuchaban el arrebato de Rhys, sabrían que había traicionado la confianza de Lyra. Agarré el brazo de Rhys, acercándolo más.