—¿Mamá? —mi voz temblaba mientras me arrodillaba a su lado. Por un momento, lo había visto: un destello de algo real en sus ojos. No los desvaríos paranoicos que habían definido su existencia desde que yo era niña, sino una verdadera claridad.
—Hazel, mi dulce niña —Clara extendió la mano, temblando mientras acariciaba mi mejilla. Sus ojos, tan parecidos a los míos, de repente estaban agudos, enfocados—. Escúchame con atención. No tenemos mucho tiempo.
Detrás de mí, sentí a mis vínculos moviéndose inquietos. Les eché un vistazo, con el corazón encogido al ver sus rostros preocupados. Kaelen se mantenía ligeramente apartado, su expresión cautelosa pero atenta.
—Te escucho, Mamá —susurré, volviéndome hacia ella.
Los dedos de Clara se tensaron en mi rostro.
—El nombre, el nombre que necesitas saber, es Magnus Sterling.
Mi sangre se congeló en mis venas.
—¿Magnus Sterling? —repetí, incapaz de ocultar mi conmoción.
Ella asintió con urgencia.