Aliento de Vida, Borde de Muerte

La sangre en mis manos todavía estaba caliente mientras las presionaba contra el pecho de Jaxon, intentando desesperadamente concentrar mi energía de curación. Estaba funcionando con las últimas reservas, mi cuerpo temblando de agotamiento.

—Vamos, vamos —susurré, observando su rostro en busca de cualquier señal de mejoría. Su piel seguía aterradoramente pálida bajo la sangre y la suciedad.

Silas se agachó a mi lado, sus gafas manchadas y torcidas, su rostro tenso de preocupación.

—¿Dónde demonios está la ayuda que prometieron? —espetó, mirando hacia la carretera—. Dijeron diez minutos. Han pasado al menos quince.

No tenía energía para responder. Cada gramo de concentración que tenía estaba dirigido a Jaxon, al frágil pulso bajo mis dedos. Sus heridas eran catastróficas: huesos rotos, hemorragia interna, una herida en la cabeza que me aterrorizaba por su gravedad.

—Sigue —me instó Silas, con su mano en mi hombro—. Lo estás manteniendo estable.