Furia Desatada, Testigo Invisible

El retumbar bajo mis pies se intensificó, obligándome a agarrarme del borde de la cama de Kaelen para mantenerme en pie. Las luces parpadearon y luego se apagaron por completo, sumiendo la enfermería en la oscuridad.

—Todos mantengan la calma —ordenó Lysander, su voz firme a pesar del caos. Sentí una mano envolver mi muñeca—la de Jaxon, me di cuenta por el calor familiar y los callos.

Unos segundos después, las luces de emergencia comenzaron a parpadear, bañándonos a todos en un inquietante resplandor rojo.

—¿Qué está pasando? —pregunté, con el corazón martilleando contra mis costillas.

—No estoy seguro —respondió Kaelen, intentando incorporarse a pesar de sus heridas—. Pero necesito...

—Necesitas quedarte quieto —interrumpió Lysander con firmeza, empujándolo de vuelta contra las almohadas—. No estás en condiciones de manejar lo que sea que esté ocurriendo.

La puerta se abrió de golpe, y Lyra entró corriendo, sus ojos abiertos de pánico.