An Kefang fue jalada de vuelta al coche por Xiao Ming, mirando al vendedor que seguía maldiciendo en voz alta, su rostro lleno de agravio y confusión.
—Sr. Xiao, ¿dije algo malo? ¿Por qué actúa así?
Xiao Ming la miró de reojo.
—¿Eres realmente tonta o solo finges serlo? ¿Acaso pretender ser un avestruz se ha convertido en una reacción subconsciente para engañarte a ti misma y a los demás?
Sorprendida, An Kefang entonces se dio cuenta de que el cambio de actitud del vendedor había comenzado desde que ella admitió ser de la Asociación Antigua de Tasación.
Pensando en cierta posibilidad, el rostro de la chica, que acababa de recuperarse, palideció nuevamente.
—¿Qué le ha hecho la Asociación?
—Lo viste tú misma.
—¿Su pierna?
—Y su hijo con discapacidad mental, así como el niño que ha desaparecido.
An Kefang jadeó.
—Estas... todas estas cosas fueron hechas por nuestras cuatro familias...