Song Yun desbloqueó su teléfono, en el que hace algún tiempo, Ye Qingqing había cambiado a la fuerza su protector de pantalla por una foto de ambos juntos.
Levantó su teléfono para mostrárselo a Ye Zi y se rio:
—Esta es mi esposa.
...
Los ojos de Ye Zi se abrieron de par en par con incredulidad. Arrebató el teléfono de Song Yun, miró la pantalla y luego a Song Yun.
Después de una larga pausa, tartamudeó:
—Yo... tú... ¡¡¡Hermano Song!!! ¡¡¡Eres increíblemente genial!!!
—¡La cuñada es tan hermosa! No culpes a tu hermano por ser inhumano, culpa a la cuñada...
Ye Zi ni siquiera había terminado su frase cuando fue apartado de una patada por Song Yun.
—Sinceramente, con una cuñada así de guapa, siento que no eres digno de ella...
—¡Tonterías! ¿Cómo no voy a ser digno? Si alguien como yo no lo es, ¿entonces podrías serlo tú?
Song Yun le lanzó una mirada de fastidio a Ye Zi.
—¿A qué se dedica la cuñada?
—Dirige una empresa, creo.