—Suspiro, para ser honesto, Si Yi realmente la pasó mal —dijo Bai Qiu mientras soltaba la oreja de Song Bu y suspiraba profundamente.
Había visto crecer a la niña y era imposible decir que no sentía nada por ella. Pero animar a su hijo a perseguirla sería injusto para Ye Qingqing y para Yuan Siyi. Como madre, no quería que su hijo se convirtiera en un amante voluble.
—¡Mamá! ¡Tienes que confiar en mí! ¡No soy como mi padre; claro, él es un canalla, pero no heredé sus genes!
Song Yun se apresuró al lado de su madre, masajeando los hombros de Bai Qiu y dándole golpecitos en la espalda.
—Hablaremos de esto después de que Qingqing haya tenido al bebé.
—No debes dejar que Qingqing sepa sobre estas cosas —dijo Bai Qiu—. ¡De lo contrario, los desollaré vivos a ti y a tu padre!
—Sí, sí, mamá, por favor ve a descansar. Los vapores de la cocina pueden dañar tu piel.
Bai Qiu asintió y se fue, continuando la discusión sobre precauciones durante el embarazo con Ye Qingqing.