—Wen Shu, el Abuelo San realmente te extraña, niña muerta, ¿dónde has estado estos días? ¿Sabes o no que el pueblo ya ha... ya ha...
El Abuelo San cubrió su rostro arrugado y se lamentó:
—Se acabó, ¡todo se acabó! ¡Los cimientos centenarios del pueblo han sido destruidos por un gran incendio en un instante!
—Yo...
El rostro de Wen Shu estaba algo conmovido, ella era muy consciente de que la situación actual en el pueblo era mayormente por su influencia.
Justo cuando la culpa de Wen Shu se hacía aún más fuerte, una voz ronca apareció en su corazón.
«Wen Shu, ¿quieres proteger a los miembros de tu clan? Puedo darte el poder más aterrador de este mundo, y todo lo que tienes que dar es tu lealtad».
Esta voz, como el susurro de un demonio, tentaba incesantemente el alma de Wen Shu.
Mientras tanto, Song Yun frunció el ceño mientras observaba a Wen Shu inmóvil y llorando, con un mechón de niebla negra arremolinándose sobre su cabeza, como un presagio de gran desastre.