—Señora, no me importa qué estatus tenga, pero en esta tierra, si comete un error, debe ser castigada. Hay ocho cámaras de vigilancia dentro y alrededor de mi restaurante. Si cree que su preciosa hija no ha hecho nada malo, puedo llamar a la policía y todos podemos revisar las grabaciones juntos. ¡De esa manera, no volverá y nos acusará de unirnos contra los menos numerosos!
El propietario regordete habló con una rectitud convincente, causando cierta confusión en la madre e hija blancas; eran clientes habituales del restaurante, y siempre que el propietario estaba disponible, él personalmente las atendía.
Esa actitud, ese nivel de servicio, no podía describirse como nada menos que grandioso.
¿Pero qué estaba pasando hoy?
¡Este pequeño hombre regordete se estaba dando la vuelta para regañarlas por causa de un hombre! ¡¿Acaso esto se parecía en algo al trato hacia los amigos internacionales?!