—Juan... Yo...
Jenny se aferró al dobladillo de su vestido, reuniendo el valor para encontrarse con la mirada de su esposo, pero las palabras en su boca simplemente no podían salir.
—¡No lo digas, lo entiendo! —el oficial militar apretó los dientes, incapaz de controlar su ira desenfrenada, mientras se levantaba bruscamente de su asiento en la audiencia.
Jenny, mirando las cámaras que no dejaban de parpadear, sabía que este asunto finalmente llegaría al País Hermoso, para luego ser despreciada por miles.
—Juan, por el bien de tu carrera, ¿podrías no ser imprudente?
Sus palabras solo lograron avivar las llamas. Juan agarró los hombros de su esposa y la sacudió violentamente, gritando:
—¡¿Por qué?! ¡He sido tan bueno contigo! ¡¿Por qué me harías esto?!
—Lo siento, Juan... —las lágrimas de Jenny fluían sin cesar mientras sollozaba: