Por fin, las cosas habían llegado a una conclusión. Eran casi las diez de la noche cuando Song Yun y los demás salieron de la comisaría, y para entonces, nadie tenía ganas de volver para cenar. Así que Song Yun hizo una llamada, y en menos de diez minutos, un Lincoln limusina llegó desde la distancia para llevar a todos de regreso a la Villa Jefe Hua.
Al llegar a casa, Ye Qingqing estaba siguiendo a Yang Yingying en una práctica de yoga. Cuando vio a Song Yun, se levantó apresuradamente del suelo y se lanzó hacia él con los brazos abiertos.
—Tranquila, tranquila, cariño. Si me haces caer, me romperás el corazón —dijo Song Yun con una risa mientras acariciaba la cabeza de Ye Qingqing.
—Hmm~ Ustedes salieron a comer barbacoa y ni siquiera me llevaron. ¡Estaba tan aburrida en casa yo sola! —Ye Qingqing hizo un puchero en el abrazo de Song Yun.
—Ni hablemos de eso. Nos encontramos con un montón de problemas hoy —Song Yun suspiró.