La Primera Impresión

El sonido de un fuerte golpe seco invadió por completo el pasillo de las escaleras.

─Idiota ─ Fue la única palabra que se logró escuchar de aquella chica avergonzada huyendo de las miradas de todos los que yacían en el lugar.

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Primeros día de clases del año, pasillo del segundo piso, justo antes de entrar al salón de clases. Jihwan se detiene frente a la puerta, respirando hondo. Observa a su alrededor: estudiantes hablando, risas por aquí y por allá. Entre la multitud, su mirada se cruza con la de un chico alto de cabello oscuro y mirada afilada: Yoon Young-ho

—Vaya… no esperaba encontrar a alguien tan... llamativo tan pronto.— murmuró Jihwan.

Da un paso hacia la puerta, pero antes de entrar, decide ser cortés. Se acerca con una sonrisa tranquila.

—Disculpa… ¿este es el salón "3ro B"? Soy nuevo. Me llamo Jihwan Jung.— Extiende la mano hacia Youngho con una mezcla de amabilidad y esa típica educación que arrastra de su antigua escuela masculina.

Sung-Joo lo mira de pies a cabeza, no parecía ser un chico sociable, no al menos con las personas desconocidas, y con una sonrisa antipática extendió su mano.

—Si, este es el salón que buscas. Mucho gusto Jung Jihwan. Mi nombre es Ryu Young-ho.— respondió y luego volteó su mirada hacia otro lado evitando continuar con la conversación.

Jihwan nota la actitud algo fría de Youngho, pero no se inmuta. Está acostumbrado a primeras impresiones tensas. Agradece la respuesta con un leve asentimiento de cabeza y entra al salón. Sus ojos recorren los asientos… todos están ocupados, excepto el que está justo al final de todos, al lado de la ventana donde entra perfectamente la iluminación del exterior.

Jihwan traga saliva, sin saber que su sola elección está a punto de remover el pasado de alguien más. Se acerca con paso tranquilo, ajeno a la tormenta que su presencia causará.

Young-ho mira de nuevo al chico nuevo, se da cuenta que se acerca al escritorio vacío a su lado. Aprieta los dientes y camina hacia él.

—¿Qué haces?— pregunta con un gruñido.

—Parece que este es el único lugar libre… espero que no te moleste que me siente aquí, Young-ho.— responde con una sonrisa nerviosa dándose cuenta que a su lado lo tendrá de compañero.

Se sienta antes de esperar una respuesta, dejando su mochila en el suelo con cuidado y mirando al frente, aunque de reojo lanza una mirada curiosa a su nuevo compañero.

—Tú ya conoces bien este lugar, ¿no? ¿Son amablrs los profesores?— pregunta con una sonrisa.

Young-ho asiente con la cabeza, le molestaba la idea de sentarse con un desconocido, había estado esperando a uno de sus amigos para sentarse con él pero llegó tarde. Sin más elección se quedó callado y se sentó.

La clase comenzó.

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En el patio del comedor, hora del almuerzo. Las mesas están llenas de estudiantes charlando animadamente. El sol cae tibio sobre los bancos de madera.

Jihwan camina con su bandeja, mirando a su alrededor en busca de un lugar donde sentarse. De pronto, una figura se le acerca por detrás, cubriéndole los ojos con las manos.

¿?: Adivina quién.

Jihwan sonríe suavemente y responde sin dudar.

—Daerin… ¿cuántas veces vas a intentar esta entrada?

Ella ríe suavemente y se sienta a su lado, tomando su mano con naturalidad. Ambos empiezan a hablar como si fueran la pareja más normal del mundo. Youngho, que estaba en la fila del almuerzo, los ve desde lejos. Sus ojos se clavan en las manos entrelazadas, y algo en su interior se aprieta con fuerza.

Su cuerpo se tensa, el ruido del comedor parece silenciarse en sus oídos. El mundo entero se apaga, excepto esa escena frente a él.

—(¿Qué? ¿Desde cuándo…? No puede ser. Sólo han pasado cuatro meses... ¿Tan pronto me reemplazó?)— dice pensando, con la bandeja temblando apenas en sus manos.

Se queda parado por unos segundos, luego da media vuelta, sin haber almorzado, y se marcha sin decir una palabra a un lugar más apartado, donde los estudiantes a veces van a descansar.

Youngho dejó la bandeja sin tocar en una mesa cualquiera. Caminó hasta el patio trasero, ese rincón casi escondido donde siempre encontraba paz… pero esta vez no lo lograba. Se sentó en el suelo, la espalda contra la pared, el ceño fruncido y los puños apretados.

—¿Cómo se atreve? Tan solo pasó cuatro meses. ¡Cuatro! No llevamos mucho tiempo de haber terminado cuando ya anda con ese idiota. ¿Y él? ¿Tan ciego está? ¿O es que sabía… y no le importó? O acaso él es el de aquella vez...?

En ese momento, uno de sus amigos quien lo había estado siguiendo se le acerca: Chi Goong, uno de los tres del mismo salón. Llevaba una lata de bebida y una barra de cereal, lo usual cuando notaba que Sung-Joo no estaba bien.

—Bro… te fuiste volando. ¿Estás bien?— Extiende su mano para darle la bebida.

Youngho levanta la mirada, con la mandíbula tensa. Toma la bebida sin decir nada y da un sorbo largo. Luego habla con un tono bajo, contenido.

—Vi a Daerine. Con el chico nuevo. Estaban juntos. Tomados de la mano.

Goong se queda en silencio un momento, luego se sienta a su lado.

—…No me digas que andan.

Youngho asintiendo con amargura —No llevamos mucho tiempo de haber terminado, solo pasaron cuatro meses y ya anda con otro. ¿Lo entiendes? Tan rápido me superó. Y él… él se sentó a mi lado esta mañana como si nada.

—¿Quieres que los enfrente?

—No. Aún no. Quiero entender qué planean. Qué sabían. Pero te juro algo, Goong… esto no va a quedarse así. Estoy seguro que es el chico de aquella vez.

Después de unos minutos Goong rompe el silencio.

—Oye… ¿quieres que le preguntemos a Yoon Gi? Seguro él sabía algo. Él ve todo en ese salón.

—Yoon Gi fue quien me contó, ¿recuerdas? Él los vio. Besándose. Y antes de eso, la escuchó riéndose con su amiga y hablando de ese idiota como si yo no fuera su novio. Como si no valiera nada.— murmura con rabia.

Youngho baja la cabeza y se aprieta la frente con la mano, mordiéndose el labio con fuerza.

—Y ahora los veo ahí, almorzando como si todo estuviera bien… como si no me hubieran destrozado.

—Vas a tener que verlo seguido. Están en el mismo salón que él. ¿Qué vas a hacer?

Youngho guarda silencio unos segundos. Su mirada se endurece, los ojos fríos como el acero.

—Voy a hacerle sentir lo que yo sentí. A los dos.

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En el aula de clases, tercera hora del día en clases de Matemáticas. La profesora explica una ecuación cuadrática en la pizarra mientras los estudiantes anotan o disimulan su aburrimiento.

Youngho está sentado en su pupitre, mirando el cuaderno con el ceño fruncido. Los números no se acomodan, las letras parecen flotar sin sentido. Aprieta el lápiz con frustración, escribiendo mal la fórmula otra vez.

Al lado, Jihwan sigue la clase con calma. Asiente cada vez que la profesora dice algo y ya tiene resuelto el problema antes de que ella termine de explicarlo. Incluso levanta la mano para dar la respuesta. La profesora sonríe satisfecha.

—Excelente, Jihwan. Así se hace. ¿Ves, clase? Él entendió a la primera.

Algunos compañeros miran a Jihwan con respeto. Otros, con algo de envidia. Pero Youngho … Youngho aprieta los dientes y baja la mirada. Esa frase lo punzó directo al ego.

La profesora se acerca a su fila.

—Ryu, ¿lo tienes?

Él no responde. Solo mueve el lápiz sin sentido sobre el papel.

—Si quieres, puedo explicártelo después de clase. Es más fácil si te lo muestran paso a paso.— expresó Jihwan sin mala intención.

Youngho alza la mirada lentamente, con una expresión que mezcla rabia contenida y orgullo herido.

—No te lo pedí.

Jihwan parpadea, algo sorprendido por el tono.

—Solo intentaba ayudar.

—No necesito tu ayuda.— responde mirándolo fijamente.

Se vuelve hacia su cuaderno, aunque por dentro le hierven las emociones. La humillación, el enojo, y algo más que no sabe cómo nombrar.

Jihwan observa a Youngho por un instante más. Su mirada no es de molestia, sino de leve desconcierto. Sabe reconocer cuando alguien no lo quiere cerca… pero no entiende por qué.

—(¿Dije algo que lo ofendió? Solo quería ayudar…)

Se recuesta en su silla, bajando la mano lentamente mientras la profesora sigue explicando otro ejemplo. Youngho, en cambio, permanece con la mirada fija en su cuaderno, aunque no ha escrito nada útil.

El resto de la clase pasa con esa tensión flotando entre ambos. Un silencio denso, apenas perceptible por los demás, pero claro como el cristal entre ellos.

Al sonar el timbre, Jihwan guarda sus cosas y se gira un poco hacia Youngho.

—Oye… si fue por antes, lo siento. No quise hacerte sentir mal.

Youngho ni siquiera lo mira. Solo se levanta, cuelga su mochila al hombro y suelta una frase seca al pasar por su lado.

—No me hiciste sentir nada.

Jihwan se queda quieto unos segundos, viendo cómo se aleja.

—(¿Qué te hice…? ¿Por qué me miras como si me odiaras?)

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Días después.

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En el Club de Música, salón de ensayo. El sol entra a través de las cortinas pesadas del aula, tiñendo el aire de un dorado suave. Instrumentos bien cuidados, estantes llenos de partituras, un piano al fondo y sillas acomodadas en semicírculo. La clase ya había terminado. Solo quedan unos pocos estudiantes, entre ellos Daerine afinando su violín y Youngho sentado frente al piano.

El profesor los deja solos para practicar una pieza en dúo. Una melodía tranquila, melancólica, escrita para piano y violín.

—Pruébenla juntos. Me gustaría ver cómo se complementan. Y si les resulta fácil, podrán tocar esa melodía en el festival escolar.

La música comienza sonar, al principio todo iba muy bien pero luego la música del piano no coincidían con la del violín provocando irritación al profesor presente.

—No, no, no. Están muy desafinados. Intenten nuevamente mientras voy por las llaves para cerrar el club.

Sale del salón, dejándolos solos por primera vez desde la ruptura.

Silencio. Solo el leve sonido de las cuerdas mientras Daerine termina de afinar. Youngho no la mira, solo acomoda la partitura y pone los dedos en el piano.

—Suenas mejor que antes. Practicaste mucho, ¿no?— expresó Daerine rompiendo el hielo.

—Tenía tiempo libre desde que dejé de perderlo contigo.— Youngho responde sin mirarla, sin emoción en la voz.

El comentario golpea fuerte, pero Daerine no se inmuta. Solo aprieta el arco con más fuerza.

—Sigues siendo el mismo. Frío cuando te duele algo.

—¿Y tú? ¿Sigues jugando con dos a la vez o ya te conformaste con uno?— vuelve a responder pero mirándola al fin.

Daerine guarda silencio. Sabe que no puede negar nada. En cambio, levanta el violín y se prepara para tocar.

—Toca. No vinimos a hablar del pasado.

Youngho suelta una risa seca, amarga.

Ambos comienzan a tocar. La música fluye perfecta, dolorosa, íntima. Como si sus notas fueran las palabras que ya no se atreven a decir.

El profesor regresa, presencia la melodía pero aún sigue desafinada. Los mira con pena y decide finalizar la clase.

Ya en el pasillo del segundo piso, al salir del club de música. El sol ya casi se esconde, tiñendo de naranja las ventanas. El colegio está más silencioso, con solo algunos pasos lejanos y el eco de risas esporádicas.

Youngho sale del aula del club de música sin despedirse. Sus pasos son firmes, pero su expresión delata cansancio. Emocional. Sus dedos aún tiemblan levemente después del ensayo con Daerine. Recorre el pasillo hacia su salón de clases para recoger su mochila.

Cuando gira en la esquina, escucha pasos detrás. Voltea y allí está Jihwan, cabello húmedo, aún con la chaqueta del club de natación colgando de un hombro. El chico parece sorprendido al verlo.

—Oh, Ryu… no pensé que seguirías aquí.— Exclama Jihwan.

Youngho no contesta al principio. Solo sigue caminando hasta su pupitre, recoge su mochila, y se la cuelga en el hombro. Luego, tras un segundo de pausa, habla sin mirarlo.

—El club terminó hace un rato. Solo vine por mis cosas.

Jihwan, aún sintiendo la tensión entre ellos desde la clase de matemáticas, duda un momento antes de hablar otra vez.

—Escucha… sigo sin entender qué hice para que estés tan molesto conmigo, pero si fue algo de esta semana, dímelo. No me gusta esta distancia rara.

Ryu se queda quieto, dándole la espalda. No puede mirarlo a los ojos aún, no cuando lo tiene tan cerca… no cuando aún ve en su mente esa imagen de él besando a Daerine.

—No es por esta semana.

Jihwan frunce el ceño levemente, aún más confundido.

—¿Entonces…?

Sung-Joo gira apenas la cabeza, lo suficiente para ver de reojo su rostro sincero. Luego, como si el cansancio pesara más que el rencor, empieza a caminar.

—Vamos. Ya es tarde.

Ryu camina a su lado, sin hablar al principio. El silencio es denso, pero no incómodo. Hay algo que flota en el aire —una tensión extraña, cargada de pasado que solo uno de los dos conoce.

Ambos bajan las escaleras en dirección a la salida. El cielo ya se tiñe de azul oscuro, y las luces de la calle empiezan a encenderse.

En la entrada principal de la escuela. El cielo ya es gris azulado, la brisa fresca de la tarde agita suavemente los árboles. Algunos autos esperan a estudiantes, y entre ellos, Youngho y Jihwan están de pie cerca de la verja.

Ambos están apoyados contra la reja metálica. A unos metros, el guardia charla por radio. Sung-Joo revisa el celular sin mirar nada en particular. Jihwan, con su mochila colgando de un solo hombro, se estira levemente los músculos del cuello tras el entrenamiento.

—Hoy el agua estaba helada. Debieron arreglar el calentador el fin de semana, pero nada.— silencio —A ti también te viene a buscar tu chófer?

Youngho asiente sin realmente responder. Silencio incómodo. Luego guarda el celular y rompe la pausa con una pregunta lanzada al aire, casi con desgano.

—¿Desde cuándo conoces a Daerine?

Jihwan gira un poco el rostro hacia él, no esperando esa pregunta un tanto personal, pero tampoco lo nota como algo tan extraño.

—¿La conoces? Hmm… la conocí en el festival de despedida de verano. Estabamos comprando boletos para jugar un juego y el ultimo boleto me tocó a mí y ella se puso triste asi que se lo di. ¿Por?

—Ella es mi compañera en el club de música. Y pregunté solo por curiosidad. Se los ve... cercanos.— responde con voz neutra y su mirada hacia la calle.

Jihwan sonríe levemente, sin captar el tono detrás de las palabras.

—Sí… estamos saliendo. Al poco tiempo después de conocernos me pareció una chica muy linda, así que nos hicimos novios.

Youngho desvía la mirada hacia el suelo. Hace un pequeño gesto con la mandíbula, imperceptible. Luego responde con una mueca sarcástica.

—¿Desde hace mucho?

Jihwan piensa un momento —Seis meses, creo. ¿Por qué?

Youngho guarda silencio unos segundos, su mirada clavada en el reflejo de las luces sobre el parabrisas de un auto estacionado. Luego encoge los hombros.

—Nada. Solo que no parece su tipo.

—¿Qué quieres decir con eso?— Jihwan frunce levemente el ceño, confundido.

Ryu voltea apenas hacia él, con una mirada que es todo, menos casual.

—Nada. Olvídalo.

En ese momento, se detiene un auto oscuro junto a la acera. El chófer de Youngho baja la ventana y lo llama con un gesto. Youngho se aparta de la reja sin decir más.

—Oye… ¿estás seguro que no hay algo que te moleste?— pregunta Jihwan impidiendo que se vaya.

Sung-Joo solo lo mira un segundo antes de subir al auto. Su expresión es seria, casi indescifrable.

—Nos vemos mañana, Jung.

La puerta se cierra y el auto arranca, dejando a Jihwan parado bajo la luz tenue del poste, con mil preguntas que aún no sabe cómo hacer.