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La habitación quedó mortalmente silenciosa cuando Isabelle se acercó a Seraphina. Cada clic de sus tacones contra el suelo de mármol era como una cuenta regresiva hacia la ejecución. Observé desde el otro lado del salón de baile, dividido entre intervenir y dejar que este drama se desarrollara.
La valentía de Seraphina se desmoronó visiblemente cuando Isabelle se detuvo directamente frente a ella. De cerca, el contraste entre ellas era marcado: la elegancia compuesta de Isabelle contra el desafío cada vez más desesperado de Seraphina.
—¿Tenía algo que decirme directamente, señora Sterling? —la voz de Isabelle se propagó sin esfuerzo por la habitación silenciosa, fría como la escarcha invernal.
La boca de Seraphina se abrió y cerró, sin que emergieran palabras. A su lado, Gideon parecía que podría desmayarse.
—Yo... no quise decir... —balbuceó Seraphina.