Lucas se abalanzó sobre mí, sus movimientos fluidos y precisos. Me aparté con un mínimo esfuerzo, observando cómo su expresión cambiaba de confianza a confusión cuando su puño encontró solo aire.
—¡Quédate quieto y pelea como un hombre! —gruñó, girando para enfrentarme de nuevo.
Permanecí en silencio, analizando su técnica. A pesar de sus alardes, sus movimientos revelaban un entrenamiento estándar de Fuerza Interior—nada especial. Cuando cargó de nuevo, atrapé su muñeca en medio del puñetazo, aplicando justo la presión suficiente para hacerlo estremecer.
—¿Esto es lo que pasa por experiencia en tus círculos? —pregunté en voz baja.
Su rostro se contorsionó de rabia mientras intentaba liberarse. Lo solté repentinamente, haciendo que tropezara hacia atrás. La habitación había quedado en silencio, todas las miradas fijas en nuestra confrontación.
—¡Lucas, ¿qué estás haciendo? ¡Acaba con él! —chilló Nora desde un costado, su voz aguda de impaciencia.