El aire de la mañana llevaba un frío cortante mientras Eamon y yo subíamos al taxi con destino a la Cueva del Dragón de Agua en la Ciudad del Sur. A pesar de sus heridas, Eamon había insistido en acompañarme al duelo con Asher Lane. Su brazo todavía estaba envuelto en vendajes, un recordatorio constante de por qué esta confrontación era necesaria.
—Maestro Knight —dijo Eamon, con la voz tensa de preocupación mientras nos acomodábamos en el asiento trasero—, ¿está seguro de esto? Asher Lane no es un oponente cualquiera.
Miré por la ventana los edificios que pasaban.
—Estás preocupado.
—Por supuesto que lo estoy. Su reputación es... formidable.
Me volví para mirarlo, notando la genuina preocupación en sus ojos.
—Eamon, confía en mí. Después de avanzar al Establecimiento de Fundación, lidiar con Lane será sencillo.
Los ojos del taxista se dirigieron al espejo retrovisor.
—¿Dijo que va a enfrentarse a Asher Lane? —preguntó, con evidente curiosidad en su voz.