El mundo a mi alrededor se desvaneció mientras me sumergía más profundamente en mi meditación. Habían pasado horas desde que me había aislado en el compartimento trasero del avión, llevando mi cultivación hasta sus límites. El avance estaba cerca—podía sentirlo. El poder fluía a través de mis meridianos, la luz dorada mezclándose con la oscuridad mientras equilibraba las energías opuestas dentro de mi cuerpo.
Algo tiraba del borde de mi conciencia. ¿Voces? ¿Gritos distantes? Ignoré las distracciones, concentrándome en la coyuntura crítica que había alcanzado. Un movimiento en falso podría destruir meses de progreso.
Entonces lo escuché—la súplica aterrorizada de una mujer cortando a través de mi concentración.
—¡Por favor, no me obligues a hacer esto!