La fría pared de la celda presionaba contra mi espalda mientras me sentaba en la oscuridad, tratando de entender mi entorno. Habían pasado tres días desde que Lucas Dillon me había encerrado en este infierno. Mi única compañía era la rata ocasional que corría por el suelo y los gritos distantes de otros prisioneros.
—Isabelle —susurré su nombre como una oración—. Volveré a ti. Lo juro.
El sonido de pasos acercándose interrumpió mi ensueño. Las llaves tintinearon fuera de la puerta de mi celda antes de que se abriera, inundando el pequeño espacio con una luz intensa.
—Arriba, Knight —ladró un guardia que no reconocí—. Tienes visitas.
¿Visitas? La esperanza y la sospecha batallaban en mi pecho mientras me ponían bruscamente de pie y me encadenaban. ¿Quién tendría permiso para verme en esta prisión secreta?