Oscuridad. Completa y absoluta.
Flotaba en la nada, desconectado de mi cuerpo físico. Lo último que recordaba era la luz cegadora de la estatua de piedra antes de que todo se volviera negro.
*¿Dónde estoy? ¿Qué le pasó a mi cuerpo?*
Intenté moverme pero descubrí que no tenía extremidades que comandar. Sin embargo existía—una conciencia dorada suspendida en el vacío. La estatua no solo había extraído mi sentido divino; lo había separado completamente de mi forma física.
El pánico surgió dentro de mí. Sin mi sentido divino, mi cuerpo yacería indefenso, vulnerable a cualquier amenaza. Eamon lo protegería, pero ¿por cuánto tiempo?
Un débil resplandor apareció en la distancia, haciéndose más brillante a medida que se acercaba. La luz sin forma se fusionó en una figura humanoide, irradiando un aura tan fría y opresiva que habría congelado mi sangre—si todavía tuviera alguna.